¿Qué tan pronto es pronto? 

Por: Marolen Martínez

Hace unos días conversaba con una querida amiga, sobre acciones a ejecutar en pro de otras mujeres en este segundo semestre y dentro de la conversación ella me dijo: “quisiera que el día tenga 30 horas así me da tiempo de todo” y yo, muy tranquilamente le respondí – y cómo para qué, así tuviera las 30 horas, estoy segura de que el tiempo igual no le alcanzaría-.  Yo, estoy feliz con las 24 horas y me da chance para todo, respondí muy pausadamente.  Y ella, aún me responde ¡podríamos lograr más y llegar a más clientes! Volví a responder muy tranquilamente, “lo que es, es, no antes ni después y será como debe ser” -Hay usted, no la entiendo- respondió.

Y fue pensando en esa conversación que hoy escribo esta columna, más extensa que de costumbre; y, es porque como seres humanos seguimos con el afán del tiempo y el hacer más, lograr más y en ese trajín diario nos olvidamos de nosotros mismos como seres humanos llamados a primero tener paz interior y vivir a plenitud para entonces impactar en nuestro entorno.    Y escrito esta: ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? (Mateo 6, 27) quien me conoce sabe que no suelo mencionar temas bíblicos o religiosos cuando escribo; sin embargo, esta vez lo creí apropiado para que recordemos ese mensaje divino; también mencionando uno de mis libros y películas favoritas “Alicia a través del espejo” en la cual el tiempo es parte central, una de las frases más importantes dentro de los diálogos es: Jovencita, no puedes cambiar el pasado; aunque déjame decirte algo: Podrías aprender algo de él. –El Tiempo.  

Una de las principales causas de sufrimiento es que las personas desean siempre que las cosas sean diferentes. El sufrimiento no viene del dolor o de la mala suerte, sino de la insatisfacción, del deseo constante de conseguir más y más.  Acá recuerdo también las enseñanzas de Buda, quien aprendió que el dolor no puede ser evitado, mientras que el sufrimiento sí puede vencerse.

En las sociedades contemporáneas es fácil sumergirse en ese culto a los negocios que se ha tomado muy en serio aquello de ser constantemente productivo. Pareciera que estar ocupado es hoy uno de los mejores estados para mostrarle al mundo, mientras que estar desocupado podría causar la mayor de las vergüenzas.

Se ha llegado a extremos, incluso, en donde se considera que los descansos laborales son una muestra de pereza.  No voy a negar que yo lo pensé mucho tiempo y no había alcanzado este desarrollo mental, emocional y espiritual que hoy me hace ver las cosas desde otra perspectiva.  Si también somos jefes, intentemos dar ejemplo tomándonos descansos reales, tanto durante la jornada como después del trabajo.

Ni la mente ni el cuerpo están hechos para trabajar sin cesar. Hay que saber tomar descansos, tanto si se es jefe o directivo, como parte de un equipo. Las pausas y distracciones deberían plasmarse en la cultura organizacional. Descansar debería normalizarse ya en las oficinas. Es indispensable saber que no basta con dedicarle un rato a mirar las redes sociales, a contestar correos o a planear la presentación de la próxima reunión. Descansar implica desconectarse por completo. Incluso desconectarse absolutamente de los dispositivos electrónicos.  ¿Se han puesto como meta disminuir el tiempo de uso de su celular? Imagino que cada semana la aplicación de su celular les da el informe del tiempo que han estado conectados.

Es importante recordar que la claridad procede de la quietud; o como escribe el futurólogo e historiador Alex Pang: “El descanso no es ociosidad, sino la clave para una vida mejor”.

Saber hasta dónde ser ambiciosos es una regla básica para no excederse ni desmotivarse.

En la vida laboral es indispensable revisar con profundidad las metas anheladas para descubrir cuáles son las motivaciones que están realmente detrás de ellas. Aspirar a más no tiene nada malo, pero ¿por qué necesito eso que aspiro? ¿cuáles son los verdaderos deseos que hay en el fondo?

Cuando las aspiraciones son monetarias hay que tener en cuenta que más dinero por sí solo no provoca cambios fundamentales en la vida. El dinero no cría a los hijos ni arregla relaciones rotas, sin embargo, aspirar a ganar más para contar con un mejor sustento en la familia es loable. Tener ambiciones es importante.   Los deseos desmedidos pueden ocasionar avaricia e insatisfacción permanente, mientras que no tener objetivos o metas puede ocasionar una vida sin sentido y frágil. Hallar el equilibrio no es fácil, pero es bien sabido que una buena cuenta bancaria o un currículum extraordinario no son la fuente de la felicidad.

Gestionar adecuadamente tu tiempo es una de las premisas que podría llevarte a tener un equilibrio saludable en la vida.  Dedicarle tiempo al trabajo, a la familia, al descanso, a la vida social o al crecimiento espiritual se hace más fácil cuando se disfruta cada actividad. Entre más infelices seamos en uno de estos rubros y entre más tiempo requiera una sobre otra, conseguir el equilibrio será mucho más difícil.

Parece injusto que alguien que pasa tiempo criando a una familia tenga menos éxito en el trabajo que la persona que no lo hace. Y no solo parece injusto, sino que en cierto modo lo es.    Es cierto que el trabajo ha sido una actividad de subsistencia durante gran parte de la historia de la humanidad. Hoy, esto va cambiando, aunque es verdad que en ciertos sectores permanece la imposición de horarios laborales extenuantes.  En lo personal, saben que siempre he promovido ser tu propio jefe.   Sin embargo, es importante considerar que cada vez hay más oportunidades de ejercer control sobre cuándo y cuánto trabajar. Hoy es posible elegir también a qué otras actividades dedicarles tiempo, atención y dedicación. De esto depende la satisfacción de que esas elecciones sean personales y no se dejen a disposición de otras personas o a la inercia de la vida. 

El trabajo no define a nadie. Creer que el trabajo da identidad es un error común y conduce al sufrimiento.

Es muy normal que al momento de conocer a una persona se interponga siempre la pregunta ¿a qué te dedicas? Esta ha sido una creencia arraigada: creer que el trabajo define a las personas. En realidad, todo cambia tan aceleradamente, que pensar que lo que otorga identidad o personalidad es algo fijo e inamovible, lo cual es un gran error. Por mucho que alguien siga en un mismo puesto, no hace ahora lo mismo que hacía hace diez años, ni de la misma forma ni con los mismos fines.  Darle paso a que el trabajo defina a una persona es abrir la puerta al sufrimiento. Nada sale como se desea, todo puede quedar fuera del guion que se anticipa en la mente. Aferrarse a un trabajo y al estatus que brinda conducirá a una vida llena del temor de perderlo o dejar ir. Acá recuerdo uno de los textos donde Buda enseñó que el sufrimiento no solo nace de la codicia o el odio, también viene de la ilusión, de las expectativas o delirios y las falsas expectativas.  En lo personal, aprendí a ya no tener expectativas, porque sin duda eso nos da sufrimiento.

Mucha gente sueña con poder dejar su empleo insatisfactorio. Aunque el miedo y la resistencia al cambio pesan, con una actitud de conciencia plena se toman buenas decisiones.

Al darles seguimiento a quienes se atreven a dejar su empleo y cambiar el rumbo laboral, algunos investigadores han descubierto que tales personas se hallan mucho más satisfechas con su vida al cabo de seis meses. La mayoría de las personas no se arrepiente de haber dejado un trabajo que les resultaba insatisfactorio.

Es importante quitarse la idea de que al perder un empleo se pierde el valor como personas. Aunque es cierto que el desempleo complica la vida y el sustento, no tiene ninguna relación con la valía de las personas.  Debemos apropiarnos que las enseñanzas se basan en el reconocimiento y respeto pleno ante la valía absoluta e intrínseca de la vida.

Como resumen de esta columna te dejo mis ideas fundamentales:

  • Alcanzar la realización de un oficio o trabajo que beneficie a la comunidad es una de las tareas más nobles y bendecidas de los seres humanos.
  • En la actualidad, el estrés laboral genera más problemas de salud que satisfacciones. ¿Qué tiene de malo el trabajo? 
  • Vivir sin sufrimiento es posible; vivir sin dolor es imposible. El camino está en hallar el equilibrio.
  • Hay que dejar de asociar el descanso con la pereza; de lo contrario, el mundo laboral perderá grandes oportunidades creativas y productivas.
  • Jugar limpio y manejar los desacuerdos en el trabajo evitará que las discusiones se salgan de control y convertirá la oficina en un sitio más saludable.
  • Saber hasta dónde ser ambiciosos es una regla básica para no excederse ni desmotivarse.
  • Gestionar de manera eficiente tu tiempo es una de las premisas que podría llevarte a tener un equilibrio saludable.
  • El trabajo no define a nadie. Creer que el trabajo es identidad es un error común y conduce al sufrimiento.
  • Mucha gente sueña con poder dejar su empleo insatisfactorio. Aunque el miedo y la resistencia al cambio pesan, con una actitud de conciencia plena se toman buenas decisiones.

Me despido con esta frase: «Alicia: ¿Cuánto es para siempre? El conejo blanco: a veces, sólo un segundo».

Disfruta de tu tiempo, aquí y ahora, porque si no es ahora cuándo, si no es aquí dónde, si no eres tú, quién.  Recuerda, está en tus manos hacer que las 24 horas de tu día sean mágicas, felices, maravillosas y las disfrutes, sin desear un segundo más del día.

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