Por: Lcda. Karen González, Psicóloga Clínica
Eran las cinco de la mañana, Marce ya estaba en labores en un lugar rodeado de naturaleza. A pesar de poder apreciar cada día el canto de las aves y la diversidad de colores en la fauna y flora que la acompañaban, estaba sumergida en la rutina. Uno de esos días laborales, Marce repentinamente se encontró con un desconocido, el encuentro no fue agradable, pues la hizo sentirse alerta e incómoda; empezaron a coincidir diariamente a la misma hora, según lo que ella comentó.
Cuando se acompañaban, Marce empezaba a experimentar cambios cognitivos, emocionales y corporales, entre ellos, mareos, nausea, falta de aire, sudoración, taquicardia, presión en el pecho, también se sentía desesperada, triste y con deseos de llorar, incluso pensó en que podía morir. Finalmente tuvo el valor de preguntarle su nombre al extraño, y ¿por qué la visitaba diariamente?, -respondiéndole: me llamo ansiedad y estoy acá para ayudarte a enfrentar lo que te incomoda.
Y fue así, como Marce se dio cuenta de que estaba presentando crisis de ansiedad.
¿Qué es la ansiedad y como se deriva?
Empezaré explicando que el estrés es un estado de preocupación que se puede generar por situaciones difíciles. Esta respuesta es natural ante ciertos estímulos. Todos experimentamos cierto grado de estrés, sin embargo, la forma en la que reaccionamos, diferencia nuestro bienestar. La acumulación de vivencias estresantes puede provocar ansiedad, y esta puede ser de diferentes tipos.
La ansiedad, es una respuesta emocional al estrés, puede presentarse por estímulos externos o internos, sin embargo, también puede originarse sin la necesidad de factores estresantes. Los síntomas pueden ser diversos entre cada persona, así como el grado de malestar.
Lo importante es reconocer lo que sentimos, aceptarlo y tomar acción para cambiarlo. ¿Cómo podemos empezar? Modificando algunos hábitos, entre ellos: duerme y descansa lo suficiente, haz ejercicio, come alimentos saludables, disfruta de actividades que te hagan feliz, establece prioridades, comparte con tu red de apoyo y pide ayuda cuando la necesites.
Al igual que Marce, existen personas que experimentan ataques de ansiedad, estos aparecen de forma súbita, teniendo una sensación de miedo extremo o malestar y en pocos minutos el grado de intensidad puede ser muy alto. Al finalizar la crisis, la persona puede sentir calma o permanecer en un estado de alerta moderado.
Existen diferentes estrategias para detener un ataque de ansiedad, entre ellas: respirar profundo repetidas veces, si lo prefieres puedes cerrar tus ojos; reconoce que es un ataque de ansiedad y ya pasará; imagina tu lugar feliz y seguro; elige un objeto a la vista en el cual puedas centrar tu atención en cada uno de los detalles (color, forma, olor, sonido, textura, etc.) o bien aplica la técnica de los cinco sentidos, que consiste en: buscar cinco objetos que puedas ver, cuatro que puedas tocar, tres que puedas escuchar, dos que puedas oler y uno que puedas degustar; utiliza técnicas de relajación muscular (tensando y relajando un músculo a la vez), o repite alguna frase que te permita sentirte bien.
Cuando te sientas mejor, trata de identificar qué sucedió previo a tu crisis, ¿ocurrió algo?, ¿en qué estabas pensando?, ¿sobre qué platicabas?, ¿viste algo que te impactó?, ¿a qué hora te sucedió? trata de recordar todo lo que puedas para que empieces a identificar qué te provoca la ansiedad. Esto te permitirá reconocer qué interrumpe tu tranquilidad.
Puede que tú no hayas vivido una situación de este tipo, pero ¿qué puedo hacer si estoy cerca de una persona con crisis de ansiedad? Permanece con la persona y mantén la calma, trasládala a un lugar seguro, practica con ella la respiración profunda, únicamente dile frases cortas que le generen tranquilidad, por ejemplo: todo estará bien, puedes superarlo, respiremos juntos, etc. Sé paciente, no la juzgues y no supongas en ese momento, posibles soluciones.
¿Qué NO debes decirle a una persona con ansiedad? En nuestro deseo de ayudar, podemos decir frases que empeoren la situación o aumenten el malestar, pues ese momento no es el indicado para aconsejar, o peor aún, para regañar. Evita frases como: “estas exagerando”, “ánimo, tienes motivos para seguir adelante”, “quieres llamar la atención”, “si todos tenemos problemas”, entre otras.
Evidentemente todos pasamos por situaciones difíciles, pero no todos tenemos la misma facilidad para ver las cosas desde otra perspectiva, encontrar lo positivo y buscar soluciones. Si te ha pasado, no te sientas mal, el primer paso es reconocerlo, no tienes por qué hacerlo solo, busca ayuda y toma acción.
Este es un aprendizaje más; esta tormenta, también pasará.
Lcda. Karen González, Psicóloga Clínica
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