¿Cuánto dolor te costó estar bien?

Lcda. Karen González, Psicóloga Clínica

– ¿Cómo estás? – Bien, era la pregunta y la respuesta de mi día a día, mientras mi luz se apagaba poco a poco, angustiada, triste, sumergida en la duda, el dolor y la enfermedad, sin saber la causa de mi malestar. Y es que esta dinámica de saludo, ahora me hace pensar, si respondemos “bien” porque lo estamos, por costumbre, por miedo a reconocer que lo contrario muestra nuestra vulnerabilidad, porque socialmente debemos estarlo o peor aún, porque no sabemos ni como estamos.

Finalmente llegó el momento en que mis palabras no eran congruentes a mi apariencia, pues mi malestar estomacal de varios meses ya había cobrado consecuencias físicas y notablemente, no estaba bien. Esto me llevó a un período de introspección, pues ya había visitado muchos médicos, tomado cantidad de medicamentos y no había una mejoría significativa, fue entonces cuando descubrí que, en todas esas ocasiones que dije estar “bien” con una sonrisa, únicamente disfrazaba cada una de mis emociones, llevándolas a la sombra, donde poco a poco mi luz se apagaba, literalmente, me tragaba mis emociones y ellas estaban encontrando la forma de hacerse notar.

Amiga date cuenta…

Escuchaba muchas veces, hasta que decidí empezar a hacer conscientes mis pensamientos, emociones y sentimientos. Cuando vi cara a cara el dolor, el miedo y la inseguridad, esa que nadie creería que yo tenía, pues siempre me mostraba optimista y segura ante la sociedad y es que realmente lo soy, pero el no hacer consciente lo que sentía, aceptarlo, procesarlo y expresarlo de la forma adecuada me llevó a perderme por un momento, sí yo, la psicóloga, un ser humano como otro cualquiera, hago referencia a esta frase, ya que hace algunos años, escuché a una persona decir “no puedo creer que estén llorando, siendo psicólogos”, para mí esto es como decirle a un médico: no puedo creer que esté enfermo, si sabe de medicina. Sí, tenemos sentimientos, como todos.

El camino no fue fácil, pues trabajar en uno mismo es de los procesos más difíciles y dolorosos, pero es la mejor decisión cuando de sanar hablamos. En el proceso me di cuenta de todas las veces que fui en contra de mis deseos, que no fui capaz de poner límites, ni siquiera a mí misma, las veces que preferí callar por temor al qué dirán, permití que amarraran mis alas para no sentirme rechazada, normalicé actitudes con las que no me sentía cómoda, porque la mayoría lo hacían, escuché comentarios inapropiados por mi apariencia y como alguien me hizo ver, antepuse lo urgente, por lo importante; en este punto tú sabrás qué es importante para ti. Todo esto yo lo permití, soy la única responsable.

Además de hacer conscientes mis emociones, inicié con hábitos y estrategias que fueron de beneficio para mi salud mental y mejoré mis relaciones interpersonales, entre otras cosas. Pero decir que todo esto lo logré sola, sería mentir, conté con una red de apoyo maravillosa, afortunadamente aparecieron mujeres, amigas a quienes agradezco con todo mi corazón su existencia en esta tierra; para mí, ángeles terrenales, quienes hicieron más liviano mi dolor.

Cuando decidí hacer un alto en el camino, me dijeron repetidas veces “que valiente sos”. Y sí, hoy acepto que fui valiente, que todo esto fue necesario para el reencuentro con mi mejor versión, después de todo, agradezco lo vivido, me disculpo y me abrazo.

A ti ¿cuánto dolor te está costando estar bien? Cada proceso que atravieses no tienes por qué vivirlo sola, está bien decir… estoy mal, es importante que cuentes con una red de apoyo, un amigo, un familiar, un consejero, un terapeuta; tú decides con quienes contar, pero no te quedes callada, toma el control, tú puedes.

Hoy, soy yo quien te dice: Amiga date cuenta… no permitas que tú luz se apague.

Lcda. Karen González, Psicóloga Clínica

Deja un comentario