El lenguaje oculto de los emojis en los adolescentes

Una mirada desde la experiencia materna

Por: Marolen Martínez

Soy una mujer que ha pasado los 50 años, madre de un hijo adulto, y nunca me he sentido completamente cómoda usando emojis, para no mal interpretar el mensaje o tener otra percepción. Para mí, la comunicación debe ser clara, sin margen para interpretaciones erróneas. Sin embargo, recientemente tuve una conversación con un amigo, dedicado a la educación, que me dejó sorprendida al preguntarme si yo conocía el lenguaje de los mensajes ocultos con que se comunican muchos niños. He de confesar que me quedé sorprendida con el tema. Los adolescentes han desarrollado un lenguaje oculto a través de los emojis, una especie de código que muchas madres desconocen, hasta ayer, yo no lo conocía y por ello decidí escribir al respecto, quizás tu tampoco lo conoces y tienes hijos adolescentes.

Esto no es solo un juego de símbolos, sino una representación de una realidad más compleja: la necesidad de los jóvenes de expresarse en un entorno digital donde la privacidad es difícil de preservar. Sin embargo, lo que más me inquieta es que, desde mi perspectiva, esta forma de comunicación revela una profunda falta de confianza entre los hijos y sus padres.

Entre emojis y la realidad de la adolescencia

El mundo digital ha transformado la manera en que los adolescentes se comunican, y muchas veces los padres estamos al margen de esos cambios. Para ejemplificar esta brecha generacional, recientemente una serie en una plataforma de streaming ha captado la atención mundial: «Adolescencia», basada en la historia de un niño de 13 años acusado de asesinar a una compañera de escuela.

Más allá del impacto de la trama, esta producción nos obliga a cuestionarnos como adultos responsables: ¿Cómo influye el entorno digital en los jóvenes? ¿Estamos realmente entendiendo sus códigos de comunicación? ¿Nos hemos alejado demasiado de su realidad? ¿Qué estamos haciendo para guiarlos en este mundo digital?

Los adolescentes no solo interactúan a través de palabras, sino de símbolos con significados ocultos que pueden reflejar emociones profundas, deseos, miedos e incluso advertencias sobre problemas más graves. En un mundo donde la violencia juvenil y la salud mental están en el centro de la conversación, comprender estos códigos se vuelve una tarea urgente para los padres.

¿Cómo entrar en acción como madres?

La serie «Adolescencia» nos pone un espejo frente a nuestra labor como madres y nos obliga a replantearnos nuestro papel en la vida de nuestros hijos. ¿Estamos construyendo una relación de confianza? ¿Sabemos qué pasa en sus vidas digitales?

Me alegra que, recientemente, Instagram haya implementado controles más estrictos sobre el uso de su plataforma por parte de niños y adolescentes. Pero la pregunta es: ¿dependerá solo de las redes sociales proteger a nuestros hijos? La respuesta es clara: ¡la responsabilidad es nuestra!

Desde mi experiencia como madre, sé que la confianza y la comunicación con mi único hijo han sido fundamentales, y para mí han funcionado de manera fabulosa. Estas son algunas estrategias que pueden ayudar a fortalecer esa relación en cualquier familia.

  1. Informarse sin prejuicios: Conocer el significado de los emojis y su uso en la comunicación adolescente nos da herramientas para comprenderlos mejor.
  2. Fomentar el diálogo abierto: Más que prohibir, debemos generar conversaciones sinceras sobre lo que representan estos símbolos y cómo afectan su interacción social.
  3. Observar señales de alerta: Si un adolescente usa emojis relacionados con violencia, autolesiones o consumo de sustancias, es momento de prestar atención y ofrecer apoyo sin confrontaciones.
  4. Construir confianza real: La clave no está en controlar, sino en crear un espacio donde los hijos se sientan seguros para hablar sin miedo a ser juzgados.

Recuerdo que cuando mi hijo estaba aún en quinto de primaria, Yordi Rosado publicó su libro «Quiúbole con…». Le compré el libro y él lo llevó al colegio con mi permiso. Sin embargo, se lo confiscaron por considerarlo «inadecuado» y él preocupado me da la nota, como si hubiera hecho algo malo, porque me habían mandado a llamar; en su momento mi postura fue “no te preocupes, yo te di el libro, yo te di permiso, es mi responsabilidad y yo lo aclaro en el colegio”. Esto me dejó pensando en cuanto a la postura educativa: ¿Qué consideramos realmente adecuado para nuestros hijos? Si no les damos herramientas para entender su mundo, ¿Quién lo hará por nosotros?

El mayor desafío no es descifrar los emojis que usan, sino fortalecer la relación de confianza con ellos. Para que nuestros hijos confíen en nosotros, primero nosotros debemos confiar en ellos. Como dice el refrán: «Dios no castiga al pecador, sino el pecado.» «Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado.»

Conclusión: más allá de los emojis

Los emojis pueden parecer solo un símbolo, pero en el fondo reflejan la manera en que los adolescentes buscan expresarse en un mundo donde muchas veces sienten que los adultos no los comprenden, se sienten juzgados o criticados por una sencilla razón ¡no les damos tiempo! La violencia y el aislamiento no surgen de la nada, sino de relaciones rotas, falta de comunicación y una cultura donde las emociones se traducen en códigos en lugar de palabras. ¿Te sientas junto a tu hijo a ver su serie favorita? ¿Sabes de qué trata? ¿Ves películas junto a tus hijos o se ponen competencias con sus juegos electrónicos?

La maternidad y la paternidad son un viaje de aprendizaje constante. Entender el mundo digital de nuestros hijos es solo una parte de ese camino, pero construir confianza con ellos es el verdadero desafío. No le puedes pedir a tu hijo que confíe en ti si tú no confías en él, ni eres coherente en tu comunicación con él.

Me hizo recordar la frase de Kahlil Gibran sobre los hijos y la metáfora del arco y la flecha que proviene de su obra El Profeta. Aquí te dejo un fragmento relevante:

«Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. El arquero ve el blanco en el camino del infinito, y Él te doblega con su poder para que sus flechas vayan rápidas y lejos. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad.»

Los hijos no necesitan padres perfectos, necesitan padres presentes. La confianza no se impone, se construye día a día con amor, respeto y comunicación sincera.

Es un recordatorio de que el vínculo más fuerte no nace de la perfección, sino de la cercanía, el entendimiento y el apoyo constante, porque recordemos: “Si quiero, si puedo y si tengo tiempo” especialmente para ellos y no necesariamente tiene que ser tu hijo, si no los tienes, puede ser tu sobrino, ahijada o un adolescente que en su mirada puedes notar el vacío y soledad de su alma.   Todos podemos rescatar estrellas.

Aprovecho y te comparto la tabla si aún no la conocías.

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